Los/as niños/as y adolescentes tienen formas diferentes de entender y situarse en el mundo y de expresar su malestar que las personas adultas. Nuestro cerebro en la etapa infantil elabora las experiencias de una forma más simbólica que verbal, y es así como expresamos sentimientos y preocupaciones.

Por este motivo, la terapia infantil es muy diferente a la terapia con adultos. En el Instituto Avanza, utilizamos el juego y el arte (muñecos, marionetas, música, pintura) junto con técnicas de reprocesamiento de las experiencias desagradables, como métodos efectivos para ayudar a los/as niños/as a comprender y elaborar sus ideas y sentimientos y a resolver sus problemas.

Es imprescindible incluir sesiones con la familia en el proceso terapéutico, dado que la dinámica familiar se va a ver reflejada en la mente y el comportamiento del/de la niño/a.

Es importante ofrecer ayuda a los/as niños/as y adolescentes cuando observamos en ellos/as:

  • Retrasos en el desarrollo del lenguaje, disfasias, trastornos del habla y de la fluidez (dislalias, disartrias, tartamudez), trastornos afásicos, educación vocal y trastornos de la voz (disfonías), retraso lector, dislexias, disgrafías y discalculia (dificultades en el aprendizaje de las matemáticas o DAM)
  • Trastorno del Espectro Autista (TEA)
  • Déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH-TDA)
  • Problemas de conducta (ira excesiva, mentiras frecuentes, trastornos alimentarios, problemas de deglución atípica, enuresis, “acting out”, tics, arrancarse el cabello de cabeza o cejas)
  • Estrés escolar, miedo a los exámenes, bajo rendimiento escolar en niños que han sido buenos estudiantes
  • Altas capacidades
  • Episodios frecuentes de tristeza, llanto o depresión
  • Aislamiento o retraimiento social
  • Falta de comunicación; no expresa sentimientos
  • Acoso escolar (experimentado desde la posición del receptor/a o del autor/a)
  • Conducta expresamente agresiva (pegar, morder, etc.)
  • Insomnio o excesivo sueño
  • Cambios de humor constantes y/o repentinos
  • Desarrollo o aumento de dolencias físicas (dolor de cabeza, dolor de tripa o no sentirse bien, en general) a pesar de resultados normales de los exámenes físicos
  • Manejo de enfermedades graves, agudas o crónicas
  • Signos de abuso de alcohol, drogas u otras sustancias, de nuevas tecnologías (móvil, ordenador y redes sociales)
  • Transiciones (tras separaciones, divorcios, mudanzas, cambios de escuela)
  • Duelo, pérdidas o fallecimientos de familiares, amigos o mascotas
  • Evaluaciones de custodia, régimen de visitas
  • Abuso sexual, emocional, físico u otros sucesos traumáticos
  • Problemas de ansiedad (ansiedad social, trastorno obsesivo-compulsivo, ataques de pánico, otras fobias, etc.)
  • Cambios repentinos del apetito o problemas con la imagen corporal y competencia social (especialmente en adolescentes)
  • Conductas predelictivas, incumplimiento de límites y normas de convivencia
  • Desmotivación generalizada
  • Conductas autoagresivas o autolíticas