Que levante la mano aquel papá o mamá que no se haya sentido en alguna ocasión frustrado, enfadado, desbordado porque nuestros pequeños/as no nos obedecen, porque nos retan.
O que levante la mano aquel papá o mamá que quiere imponer límites y disciplina, pero teme que el niño/a se traumatice, o tiene miedo a parecer demasiado anticuado e inflexible.
Los pequeños necesitan límites, incluso en vacaciones, cuando todo puede y debe ser más relajado. ¿Cuál es la fórmula para establecer estos límites? El cariño. Por extraño que parezca, la base de la autoridad no es el enfado, no es corregir la actitud del niño/a con un grito. Conseguiremos más respeto y mejores actitudes de nuestros pequeños desde el cariño. La firmeza es calidez, ternura, sonrisa y acercamiento corporal.
Os proponemos los siguientes pasos para establecer límites con firmeza, pero desde el cariño:
- Detectar las situaciones difíciles: dependiendo de las edades serán diferentes, por ejemplo, no quiere comer, no quiere vestirse, no quiere recoger los juguetes, quiere ver más la TV o jugar a la play cuando hay que cenar, coge un berrinche, pega a otros niños/as, no quiere colaborar en ayudas domésticas, da malas contestaciones, insulta, miente, etc. Si somos conscientes de cuáles son las situaciones conflictivas, podremos ir trabajándola una por una.
- Darme cuenta de mi tensión y rebajarla: Los nervios, la tensión, no ayuda a corregir las malas actitudes, sólo asustan a nuestros hijos/as; se es más firme desde la calma, por muy difícil que sea si resulta que has sorprendido a tu hijo/a pintando la pared, por ejemplo. Para bajar la tensión podemos imaginarnos un termómetro y visualizar como está subiendo nuestra tensión de 0 a 10. Ahora me ayudo a bajarla: tomo aire, me digo algo para ganar distancia (por ejemplo, “si de mayor va a ser un encanto”), salgo de la habitación para darme tiempo o pido ayuda mediante un gesto cómplice a la pareja si me siento desbordado/a.
- Ver si es el momento oportuno para educar: Si no vamos a tener tiempo para educar o nuestro grado de cansancio no nos lo permite, es mejor intervenir o educar en otro momento. Le podemos decir a nuestro hijo/a que podemos hablar de esto en otra ocasión. En este sentido, es importante también dosificar, es decir, no tratar de corregir o enseñar varias cosas en la misma tarde.
- Acompañar la emoción del hijo: significa entender lo que nuestro hijo/a está necesitando. Hay que ser consciente de que nuestro hijo/a se va a rebelar porque su cerebro necesita jugar, divertirse, curiosear, moverse y porque necesita ensayos (a veces 7 o más) para aprenderlo. Un ejemplo de respuesta podría ser: “Cariño veo que te estás enfadando, o estás enfadado… ¿Te ha molestado que te haya dicho esto porque vamos a cambiar de actividad? ¿Te apetecía seguir jugando verdad? A mí también me pasaba de pequeña y ahora de mayor, ¡qué pereza da ¿verdad?”.
- Dar una solución en positivo: dándoles opciones, en movimiento. A veces ponemos un estímulo, un aliciente en la dirección en que queremos que vayan. Por ejemplo: “¿qué prefieres, apagar la tele tú o que lo haga mamá?” “¿apagas la televisión y me ayudas a elegir el postre para la cena?”, “Es que cuando te aviso de que faltan 5 minutos es importante que puedas parar cuando se han acabado los 5 minutos. ¿Qué necesitas para saber parar? ¿Yo te puedo ayudar en algo más para que puedas parar sintiéndote mejor?”
Recuerda: poner límites es fundamental si queremos que nuestros hijos/as, nuestros pequeños “cochecitos”, no se salgan de la carretera y disfruten del viaje de la vida.