Tanto si ya has disfrutado de tus vacaciones, como si lo vas a hacer en los próximos días, los días de descanso del verano terminan llevándonos a un lugar común e ilusionante: plantearnos nuevos objetivos, metas y proyectos.
Quizá vayas a plantearte dejar de fumar, cambiar de trabajo, ir al gimnasio… Quizá estos objetivos ya te los planteaste con anterioridad y no los lograste. A pesar de sentirte motivado, pasaron los días, los meses y te desinflaste. ¡Objetivo no cumplido!
No hay que preocuparse; el éxito está asegurado si nos planteamos adecuadamente nuestros nuevos objetivos. Lo haremos de acuerdo a los siguientes pasos:
- Lo primero es la toma de conciencia. Mirar cuál es nuestro estado presente y cuál es nuestro estado deseado. Por ejemplo: si nuestro objetivo es mejorar nuestro ocio y divertirnos más, nuestro estado presente es ver cuánto nos divertimos, en qué momentos, con qué personas, qué pensamos cuando nos divertimos, cómo nos sentimos.
Hay preguntas poderosas y ejercicios de imaginación que preparan la mente: ¿Cómo te sentirías si ya hubieses conseguido un 10 en ocio? Imagínate dentro de 3 años habiéndolo conseguido. ¿Qué ves, oyes, sientes, con quién estás, dónde estás, qué haces? Visualiza una imagen que lo resuma. Imagínate sonriendo muy satisfecho de haberlo conseguido. Visualiza esta escena durante 1 o 2 minutos todos los días.
- Lo segundo es plantearnos para qué, qué beneficios va a tener para nosotros, qué nos va a aportar, qué pasará si conseguimos lo que queremos, cómo nos vamos a sentir si lo alcanzamos. En definitiva qué es lo que realmente nos hace felices si lo logramos.
- Lo tercero, es pensar qué necesitamos para conseguirlo: con qué apoyos contamos, quién nos puede ayudar, de quién depende que el objetivo se realice. En resumen, cuáles son nuestras fortalezas, nuestros recursos que nos van a ayudar a lograrlo.
- Lo cuarto es plantearnos qué dificultades podemos encontrar a lo largo del camino: actitudes personales, pensamientos empoderantes o limitantes, la pereza, la inercia, la desesperanza, la baja autoestima, el estrés, la desorganización, el no recordar nuestro objetivo de vez en cuando o cualquier otra que tú consideres.
- Lo quinto es asegurarnos de que nuestros objetivos son específicos, medibles, acordados, realistas y puestos en tiempo, en calendario. Concreta: qué vas a hacer, cuándo lo vas a hacer. Recuerda que no vale responder “voy a intentar hacer…” sino: “voy a hacer tal o cual cosa” y concreta el tiempo que vas a dedicar: minutos, horas, días. Cuando ya hayas dado el primer paso, plantéate cuál es el segundo.
- Por último, pregúntate de vez en cuando si vas en el buen camino para conseguir tus metas. Y sobre todo, elógiate y prémiate por cada pequeño avance.
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