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Los 10 pensamientos negativos más frecuentes (parte II)

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blog-23septiembreEn la parte primera de este post hablábamos de cómo en nuestra autocharla o diálogo interno con nosotros mismos, podemos detectar tanto pensamientos razonables y positivos, como pensamientos no razonables y negativos o no beneficiosos. Cuando nos sentimos mal es el momento de cazar los nos razonables.

Hablábamos también de que son diez los pensamientos automáticos no razonables o distorsiones de la realidad más comunes. A continuación enumeramos los cinco últimos:

  1. Magnificación (catástrofe) o minimización: cuando exageramos la importancia de las situaciones o los hechos o, por el contrario, la reducimos hasta que parecen diminutas. Un ejemplo: minimizar mis cualidades y exagerar mis imperfecciones.
  2. Razonamiento emocional: consiste en suponer que tus emociones negativas reflejan forzosamente la realidad. Por ejemplo: “siento miedo a viajar en avión, luego viajar en avión es peligroso”.
  3. Los deberías (también llamados imperativos): cuando utilizamos exigencias absolutistas y rígidas, como si fueran dogmas acerca de nosotros mismos. Utilizamos expresiones del tipo “debo de “, “tengo que”. Acerca de los demás pensamos: “deben de “ o “tienen que”. Y sobre la vida, nos decimos “la vida no debería ser así”. Cuando dirigimos los “deberías” hacia nosotros mismos, la consecuencia emocional es la culpa; cuando la dirigimos hacia los demás, genera ira y resentimiento y cuando es hacia la vida, provocan frustración. Algunos ejemplos: “tengo que aprobar este examen como sea”, “mi pareja debe apoyarme en todo si me quiere”.
  4. Etiquetación: hacemos una evaluación global del ser humano basada en algunos aspectos negativos. Se trata de una generalización excesiva aplicada al comportamiento humano. En este caso, no describimos comportamientos concretos sino que hacemos evaluaciones globales. Por ejemplo, “soy torpe”, “eres un desastre”.
  5. Personalización: nos atribuimos toda la responsabilidad de los sucesos que tienen consecuencias negativas para los demás sin base para ello. Genera sentimientos de culpa. Por ejemplo: “si somos una familia unida, es lógico que sufra mucho si alguno tiene un problema y que colabore intensamente hasta que lo resuelva”. Otra forma de entender la personalización es atribuir al comportamiento de los demás una intencionalidad, que valoramos desde nuestro punto de vista. Por ejemplo, “lo ha hecho para fastidiarme”.

Detrás de estos pensamientos automáticos no razonables subyacen ideas centrales sobre nosotros mismos o sobre el mundo, que suelen desarrollarse en la infancia cuando nos relacionamos con las personas más significativas de nuestro entorno y vamos exponiéndonos a las distintas situaciones de nuestra vida. Podemos identificar estas ideas centrales, haciéndonos conscientes de las distorsiones en nuestra autocharla, para modificar nuestra forma de pensar y convertirlo en un pensamiento sano, que nos ayude a la consecución de nuestros objetivos y no produzca malestar psicológico.

Del libro Cuadernos de Psicoterapia (Una orientación pedagógica e integradora). EOS psicología. Disponible aquí.

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